13/12/12

Cárcavas...[Hasta donde se puede llegar en busca de estrellas. Una escalada en trinchera a las 3 de la madrugada]...Esperando gemínidas, como antaño.

[Como iluminado  fui enviado al fondo de una encía de "rompeteelalma", en la comisura izquierda de sus fauces caminando
entre  piorreicos barrancos y sarros.]





[El "aiga".Estacionados apuntando al norte, a la Mayor, en el pantano]
Como los colmillos de un monstruo gigantesco que durmiendo con sus fauces abiertas a la noche traga estrellas y traga luz. A su garganta,  tragaluz de conglomerados y estrechísimos callejones, nos encaramamos Dani y yo. (Cerrada) La noche, cerrada, y el profundo encajonamiento en donde nos encontrábamos absorbía la luz de nuestros frontales.  Con el pesado material en las mochilas reposaba la humedad y el frío en los hombros añadiendo todavía más a la carga. Un termo con rico buen café por parte de Dani, a él le correspondió esta vez; unos bocadillos ligeros de embutidos sabrosos, lechugas y salsas, a mí.

Encaramos la noche con la intención aportada por el recuerdo de ellas en la oscuridad de mi memoria. Una pista arenosa nos condujo al plano de bifurcación donde tomamos la izquierda evidente para Dani; reguero ahora seco, sus sedimentos añadían pistas de un rastro torrencial, era  pues estaño hilillo de agua. No quisiéramos estar en instantes de lluvias viendo como un caudal rudo y tirano se precipita al encuentro del que es afluente ocasional.
Los meandros locos, voraces,  se parecen a las sociedades de codicia que transforman el paisaje de una década a otra.
Veinticuatro años son  muchos  para que unas arcillas, otras dislocadas tobas, margas y conglomeradas piedras de arenas semimovedizas mantengan el mismo aspecto; un lugar sin calma pero con sosiego el nuestro que poco a poco y, a medida que nos adentrábamos, fuimos, sin querer, escalando el más angosto de los callejones pendientes. Nichos y trincheras sin cuerdas y apoyados en la falta de luz nos dimos cuenta de la inclinación bárbara cuando llegamos a un cóncavo final, a un punto incomunicado salvo al espacio estrellado, que arqueando sus  labio de tierra nos rodeaba como una ceja despuntando la peluda  hierba por su borde extraplomado. Con unos piolets para hielo hubiéramos alcanzado la cima del cerro Guadarrama.
Retornando por el torrente de cantos rodados y desmoronadas tierras giramos a la izquierda desde el fondo. Algo más amplias las diferentes paredes nos proporcionaron un respiro para las lámparas que se consumían al color de las paredes de aquella capadocia roja. 
Las chimeneas de hadas, desde antaño aun en pie, a la cerrada noche proponían desviaciones imaginadas que como en procesión organizada hacían guardia a modo de esfinges contrariadas al preguntarse por nuestra presencia en la tierra de las cárcavas.
Tras horas de fotogramas recogimos nuestro nómada campamento, itinerante de diafragmas y aperturas varias; obturados los dedos por el húmedo frío la vuelta se tornaba cansada.
Una última subida a la antigua pista del canal nos descubrió una luna incipiente que a su modo cenicienta barrería el cielo desde el  sur de sus horas hasta bien entrada la mañana
 Una incursión tras más de veinticuatro años sin regresar a ellas es como reencontrar  a una vieja y gigantesca amiga que se quedó anclada a la tierra esperando nuestro regreso.
Gracias Dani Caxete, como siempre por tus conocimientos y compañía; es siempre un placer ser tu guía en montaña y espeleología; pues la próxima nos vamos al centro de ella, al útero "l-interno".[d:D´]